Durante el periodo de México independiente, las minas no solo fueron centros de extracción de recursos naturales, sino también de consumo de bebidas alcohólicas, siendo el mezcal el preferido entre los mineros como estimulante. Este destilado de agave destacaba sobre otras opciones como el vino de coco y el ron, principalmente debido a la abundancia de materia prima en las zonas mineras, lo que garantizaba una mayor rentabilidad y rendimiento en su producción.
Sin embargo, el reconocimiento oficial y la protección legal del mezcal como producto auténticamente mexicano tuvieron lugar bajo un suceso histórico posterior. Fue con la firma del tratado de libre comercio en 1997 entre Estados Unidos de América, Canadá y México, cuando se otorgó el reconocimiento oficial a las denominaciones de origen del tequila y el mezcal. Estas denominaciones se basaron en el arreglo de Lisboa de 1958, que entró en vigor en 1966 y en el cual México fue uno de los primeros siete países participantes. Este arreglo proporcionó una definición clara sobre las denominaciones de origen y su importancia para proteger la autenticidad de los productos y la cultura que les dio origen.
En resumen, las denominaciones de origen desempeñan un papel fundamental al reconocer y proteger las características y tradiciones únicas de un producto, como el mezcal. Además, contribuyen a prevenir la apropiación cultural y la piratería, al garantizar que los productos similares cumplan con los estándares y regulaciones específicas de su lugar de origen.
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